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La elección del Pontífice

16 de febrero de 2013

Hernán Olano

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De acuerdo con el presupuesto anual, el Vaticano ha destinado grandes sumas para la mejora de su sistema de telecomunicaciones, así como para los gastos de la restauración de bienes culturales y las pólizas de seguros de los tesoros artísticos depositados en sus museos; otra cifra se destina a cubrir las actividades del Papa y a servicios como la Radio Vaticana, y sus emisiones para los cinco continentes en 40 idiomas.

En cifras consolidadas, durante el 2011 el Vaticano recibió 308 millones de euros, pero gastó 326 millones, así que un reto del Pontífice será también, como Jefe del Estado Vaticano, fortalecer la economía de esa pequeña gran nación. Recordemos que en 1981 la Santa Sede comenzó a publicar algunos informes financieros anuales, cuando en su momento el Papa Juan Pablo II se dispuso a desafiar las percepciones que ese Estado era rico.
 Ahora, en cuanto a la elección del Santo Pontífice, esta se rige por la constitución Universi Dominici Gregis expedida por Juan Pablo II, y el Motu proprio Constitutione Apostolica dada por Benedicto XVI en 2007, que recogen un conjunto de normas canónicas dadas para el cupo del colegio cardenalicio, que si bien tiene 120 cupos, actualmente está integrado por 118, de los cuales 1 de Oceanía, 11 africanos, 11 de Asia, 14 norteamericanos, 19 latinoamericanos y 62 europeos.
 Esta elección se desarrolla en la capilla Sixtina, previamente se realiza la denominada congregación con el camarlengo y tres cardenales, uno por cada orden (diagonal, presbiteral y episcopal) y, la congregación general, con todos los cardenales listos luego de haber hecho juramento, se disponen a participar  en el cónclave con el fin de elegir al nuevo jerarca de la iglesia católica. Cabe indicar que de los actuales electores, 56 fueron creados por el propio Benedicto XVI, por tanto, será la primera vez que participen de un cónclave.
 Respecto al marco legal, la renuncia de Benedicto XVI está regulada por el código de derecho canónico y, por tanto, rige el canon 332, al igual que el 335 de nihil innovetur y el 412 sobre el impedimento en sede episcopal cuando por cautiverio, relegación, destierro o impedimento el obispo, en este caso, el obispo de Roma, este imposibilitado para cumplir con su función episcopal. Como características de la renuncia, esta se debe hacer libremente y puede ser expresada, aunque basta con eso, pues no requiere ser aceptada por nadie, es un acto realizado en plena conciencia, meditado, examinado y ponderado por quien deja el cargo, atendiendo la seriedad del acto y proponiendo además la fecha y hora a partir de la cual comienza la sede vacante, que es el periodo que va desde la efectiva dimisión hasta que se produzca el humo blanco en la chimenea de la Sixtina y el camarlengo pronuncie la bella fórmula “Habemus papam”, es decir, tenemos Papa.
 Cabe advertir que durante la sede vacante, cesan los cargos en los dicasterios de la curia romana salvo el del camarlengo, pero el penitenciario mayor conformado por el vicario de la diócesis de Roma, el arcipreste de la basílica vaticana, el secretario de estado, los jefes de los dicasterios, los cardenales prefectos y los presidentes arzobispos, no podrán ejercer ninguna función.
Para terminar, no sería raro que Benedicto XVI asista al cónclave, lo cual es muy probable, pero advierto que no podría votar por su edad. Sin embargo, me asalta la duda sobre si conserva la dignidad cardenalicia, más no el oficio, porque en cuanto a la consagración episcopal sí la conserva, pasaría a tener todas las prerrogativas existentes para los obispos eméritos de acuerdo con el documento de la Congregación para los Obispos del 2008, y en teoría podría volver a ser elegido en la Sede de Pedro. ¿Qué viene ahora para Benedicto XVI? En lo que a él respecta, como lo expresó en su renuncia, debe servir, de todo corazón a la santa iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria como la de Celestino V, que renunció con ese fin en el año 1294. Humildemente considero que volverá a utilizar su nombre, pero muy seguramente, de aquí hasta su futuro deceso, recibirá todas las consideraciones de quien ha ejercido el primado de la Iglesia católica.