Opinión

Tres políticos, un destino

22 de marzo de 2014

Abelardo De La Espriella

Abogado, empresario y escritor

Canal de noticias de Asuntos Legales

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Petro: “cesó la horrible noche”. No hay frase que defina mejor lo que significa para la capital de la República la salida del Palacio Liévano de Gustavo Petro. Dos meses más de su desastroso e ineficiente gobierno y Bogotá hubiese terminado peor que Iraq luego de la Guerra, y no lo digo solo por los huecos. 

Petro creyó estar por encima de la ley y se pensaba inmune a todo. La arrogancia de Petro es proverbial: haciendo uso indebido del derecho, logró sostenerse en la Alcaldía luego de su destitución, mientras la ciudad se hundía en el caos y el desgobierno. Si fuera tan inteligente como dicen, Petro se habría ido hace tres meses (tan pronto como se produjo la decisión de la Procuraduría) a encabezar un movimiento social de resistencia pacifica y de seguro habría cautivado a los “indignados” y demás sectores afines. Prefirió hacer de tirano, atornillarse al puesto y vomitarse sobre la institucionalidad. Afortunadamente, ya sabemos de qué es capaz el señor Petro. 

Peñalosa: lo que dicen que es su gran desventaja, a mí me parece que es su mayor virtud: “Peñalosa es mal candidato, pero excelente funcionario”. Ojalá los políticos fueran menos politiqueros y mejores servidores públicos. Este país necesita un gerente que tenga como prioridad la infraestructura, el desarrollo y la educación, y Peñalosa es el gallo. 

Necesitamos un Presidente que haga lo que hay que hacer y que no pretenda quedar bien con todo el mundo. Su candidatura refresca una contienda fofa y aburridora, estancada por la falta de propuestas y la sobredosis de “mermelada”. Peñalosa es el único candidato que volteó a mirar al Caribe: su vicepresidenta, Isabel Segovia, es una preparada y destacada cartagenera, especialista en algo que le hace mucha falta a Colombia: educación.

Santos: su candidatura tocó techo. La aceptación que del Presidente y su gestión tienen los colombianos, llegó al limite. Luego de cuatro años como Ministro de Defensa, cuatro como Presidente, controlando los medios, repartiendo puestos y contratos a diestra y siniestra, es lamentable y poco alentador los números que registra en las encuestas. Lo he dicho en repetidas ocasiones durante el último año: la reelección de Santos no está clara, pues se trata de un candidato difícil de vender por dos razones fundamentales: en este gobierno hay anuncios, pero no ejecutorias y Santos, además, no logra conectar con la gente, simplemente no llega, no cala.

Si en el camino de la vida se tejen paradojas inimaginables, en el mundo de la política las contradicciones son aún más increíbles. Por esos azares del destino, el futuro político de Petro, Peñalosa y Santos está íntimamente ligado, así: 

*Petro era Santista, hasta que Santos lo sacó de la alcaldía. Ahora se volvió Peñalosista, por físico orgullo y necesidad.

*Santos hizo lo correcto desde el punto de vista jurídico al desatender las absurdas y sesgadas medidas cautelares de la Cidh, pero graduó de enemigos a los Petristas.

*Mientras Santos y Petro se destrozan, Peñalosa sigue su camino a la Presidencia, con el apoyo de Santistas arrepentidos y Petristas resentidos.

*En la segunda vuelta Uribistas y Petristas apoyaran a Peñalosa, olvidando sus rencillas del pasado, con el único propósito de pasarle factura a Santos.

Al final, el ejercicio se resumirá en que todo el mundo estará contra Santos. Algo de justicia hay en ello: cada quien tiene lo que se merece.

La ñapa I. Se le acabó la bulla a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, no son más que unos farsantes disfrazados de jueces.

La ñapa II. Algo de coherencia le queda a Santos: “el Serrucho” fue la canción oficial de su lanzamiento.

La ñapa III. ¿Será que el bobito de Juan Manuel Galán cumple su promesa y renuncia a su curul?