Economía circular y minería urbana
18 de noviembre de 2023Contenido
Los rellenos sanitarios de las principales ciudades del país son un verdadero dolor de cabeza. En la mayoría de ellos la vida útil es corta. Buscar sitios para construir otros, es tarea casi imposible, por sus graves impactos sobre el ambiente. Desde la expedición del CONPES 3874 de 2016 que adoptó la Política Nacional para la Gestión Integral de los Residuos Sólidos, estamos empeñados en (i) prevenir la generación de residuos sólidos (ii) minimizar los sitios de disposición final (iii) promover la reutilización, el aprovechamiento y el tratamiento de los residuos sólidos y (iv) evitar la generación de gases de efecto invernadero. Esa política señaló que era indispensable mejorar la cultura ciudadana, la educación e innovación en la gestión integral de residuos sólidos para incrementar los niveles de separación en la fuente, de aprovechamiento y de tratamiento. Así mismo se indicó en tal documento, que la gestión de residuos con base en el modelo lineal era obsoleta y que a futuro debería implementarse el modelo circular. Pasados unos pocos años, se acuña el término minería urbana. Se entiende por tal, la recuperación de materiales valiosos de los residuos sólidos que se generan en el entorno urbano, producto de las actividades humanas. Minería, no porque se refiera solo a minerales, sino porque hay que minar o buscar, para extraer. Se trata de reconocer que en las basuras hay tesoros, que pueden valer mucho. Pero además ahorrar energía y recursos naturales. Ahí está su importancia mayor.
Materiales tales como metales, papel, plásticos, vidrio entre otros, pueden ser reciclados y reutilizados luego de un proceso de separación y clasificación. Gracias a ello, esos materiales recuperan su condición de materia prima en procesos productivos. Aun cuando en algunos productos ya aplicamos la responsabilidad extendida del productor, sigue habiendo mucho por hacer en materia de disposición final y compromisos con la recuperación de lo reutilizable. Entre lo pendiente y más significativo está lo relativo a la educación, principalmente del ciudadano del común. Es claro que comenzar por las entidades estatales con sus planes de gestión (PGIR) y las empresas con sus compromisos derivados de sus autorizaciones, es importante. Por eso la Estrategia Nacional de Economía Circular, señala que tales actores deben centrarse en gestionar adecuada y circularmente, los materiales, el agua y la energía. Hacerles seguimiento y controlar sus avances se hace desde 2019 a través del Sistema de Información de Economía Circular – SIEC. Con este sistema es posible saber cuál es la demanda de activos ambientales y servicios ecosistémicos, qué se está haciendo en materia de conservación y pérdida de valor de los materiales en el sistema productivo, cuáles son las externalidades provenientes de la disposición de residuos que generan presión sobre los ecosistemas por la manera como se disponen y, finalmente, qué tipo de sistemas de gestión y factores pueden facilitar el modelo circular.
Sin embargo, hay que seguir profundizando y aumentando el número de actores en la estrategia, hasta llegar al ciudadano del común. Ese que debe aprender a separar en la fuente sus residuos y a recuperar aquellos que sean reciclables. Medellín tiene un buen ejemplo de ello, a nivel nacional. Es una tarea de educación enorme, que las nuevas administraciones que inician en enero próximo deberían incluir en sus programas y proyectos. No estamos en condiciones de construir más rellenos sanitarios y debemos mejorar la eficiencia energética que incluye este aprovechamiento racional de materiales y recursos. Centrar los esfuerzos solamente en la transición energética en su componente de sustitución de combustibles fósiles por energías renovables, es no tener un entendimiento claro de lo que se requiere, y es posible, en un país con limitaciones como el nuestro.