Lance

Andrés Charria

Con unas semanas de retraso llegó a Colombia el documental de Espm sobre el ciclista americano Lance Armstrong. Ignoro la intención quienes hicieron el trabajo, pero al menos en el primer capítulo se asoma una intento de reivindicar un deportista.

Hay un trasfondo interesante en todo el documental y es la total incapacidad de las autoridades deportivas para manejar un problema que creció rápidamente y que acabó con la poca credibilidad del ciclismo.

No voy a entrar a redimir un personaje que desde siempre me pareció detestable y que en todo momento huyó hacia adelante, un rumor de dopaje era castigado con demandas, amenazas y matoneo incesante. Su método era eficiente. Lo que me llama ahora la atención y me llamó en su momento fue la total ineptitud de las autoridades de detener a un ciclista que durante siete años se dopó de manera impune.

¿Dónde estaban los laboratorios?, ¿Cómo se tomaron las muestras?, ¿Quién manejó los resultados? Hago estas preguntas porque siempre que me enfrento a un tema de dopaje lo primero que dudo es de los laboratorios y de las autoridades de control al dopaje. La respuesta siempre es la misma, nada falla, todo funciona correctamente, nadie puede dudar. Aún así, en México, en Colombia y de acuerdo con el mencionado documental, en Francia y Suiza todo falla o ha fallado.

Se hicieron largos informes e investigaciones donde nunca se logró probar la presencia de EPO, una sustancia prohibida, en el organismo del ciclista. Durante siete años en los que por ser el líder del Tour de France, el señor Armstrong debió entregar muestras de orina no apareció esta sustancia. Se supone que los laboratorios europeos, más específicamente el de Francia son los mas adelantados en detección de nuevas sustancias, sin embargo en este caso jamás se presentó un resultado analítico adverso.

Posteriormente se hizo una investigación “exhaustiva” que acabó siendo inútil pues lo único que realmente se pudo probar es que Lance Armstrong era o es una mala persona, sus antiguos coequiperos y personal de apoyo, varios sancionados por dopaje indicaron que lo habían visto doparse o al menos hablando con el señor Ferrari, médico experto en dopaje sanguíneo, evidencias muy pobres, más viniendo de personas con las que había disputas previas.

La única prueba seria de los siete años de trampa de este ciclista fue su confesión el 13 de enero de 2013 en un programa de amplia audiencia en los Estados Unidos. En el documental de Espn lo afirma ya sin ningún rubor e indica que la “única” mentira que dijo durante siete años fue que no se dopó, que en todo lo demás hizo lo correcto, afirmación de muy poca credibilidad.

El tema de dopaje ha sido una cadena de tramas, Festina, Armstrong, Iaaf, Comité Olímpico ruso en las que las autoridades que manejan el deporte y el sistema de control al dopaje son absolutamente inútiles para controlar esta práctica, y que al final los únicos sancionados son unos pocos deportistas.

La última noticia de algo similar se está empezando a desarrollar con la federación mundial de levantamiento de pesas donde parece que, nuevamente y al igual que en varios deportes, se han ocultado dopajes en deportistas importantes. Se plantea retirar a esta disciplina de los juegos olímpicos, hecho que perjudicaría a infinidad de deportistas limpios que no tienen por que asumir las consecuencias de los malos manejos de sus dirigentes.

¿Valdrá la pena seguir con algo que falla permanentemente y que no le da credibilidad al deporte?

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