Opinión

Bullying presidencial

09 de mayo de 2014
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Como si no fuera suficiente con el déficit en educación, el saldo eterno con la salud, el endeudamiento técnico con el transporte, la falta de compromiso social con la seguridad, el bajo acceso a una economía digna y la formalización del empleo; estos jóvenes hormonales han decidido contratar a consultores internacionales del mayor desprestigio para auto ensuciar sus campañas, e incluso han contratado hackers y asesores espirituales para chuzar los movimientos de sus opositores.

Algunas, apelando a la equidad desde la inequidad, es decir, sintiéndose menos, han decidido quitarse el esparadrapo de la boca para decir que a la otra le quedó regio el pelo suelto y que así va a ganar más adeptos con su extrema simpatía y carisma desbordado. Ella, la otra, Clarita, en medio de su renovada imagen lucha con capotear los eternos desaciertos de su gran amigo Gustavo, al que una sola ciudad le quedó eternamente grande.

Colombia siempre ha sido un país de contrastes electorales en donde al son de uno o dos tragos todos nos creemos con master en derecho internacional y debate político, pero eso no habla mal de nosotros, por lo menos somos participativos, tomamos posiciones, ejercemos nuestro derecho a opinar y a vociferar nuestras posiciones que, aunque equívocas algunas veces, no rayan nunca en la demencia de mandar a seguir al que piensa diferente o contratar un líder espiritual para que destruya la honra del contradictor de turno.

Nuestra política se está convirtiendo en una pelea de histéricas, una pelea entre primos en la cual uno quiere tener el Play Station más moderno que el otro. Hay que ver a Pachito acusando hace poco a Óscar Iván de fraude electoral; pues bueno, hoy pachito parece que se tomó los mismos tragos que nosotros los humanos, para enlistarse en las filas de la paz con el principal contradictor de su primo.

El problema va más allá, cientos de entidades públicas del mayor prestigio, catapultas políticas seguras para la llegada a algún Ministerio, han dejado de publicitar y trabajar en su objetivo misional y se han convertido en centros de reclutamiento de votos, entre los cuales, los mismos funcionarios no tienen el derecho si quiera de controvertir contrato, movimiento o iniciativa que apunte al triste motor de una campaña desde el propio Estado.

Entre líneas, la opinión pública asume posiciones por uno u otro candidato, pero a ciencia cierta no conoce la proyección o el alcance de su programa porque no han tenido el tiempo de exponérnoslo. “Vamos a acabar con la pobreza, vamos a mejorar el sistema de salud, vamos al alcanzar la paz, cada colombiano tendrá acceso a la educación, conectaremos cada rincón del país con la capital para fomentar nuestro desarrollo económico, social y cultural, etc.” Señores candidatos, mientras ustedes ven cómo se reparten la mermelada, porque pierda quien pierda siempre tendrá un cargo asegurado en el nuevo Gobierno; millones de colombianos necesitan un líder que proponga sólo una cosa, “habilitaré el canal institucional 24 horas al día durante los siguiente 4 años, para que día a día analicen con lupa la gestión de mi Gobierno”.

Sin tanto líder espiritual, sin tanto hacker, sin tanto JJ, sin soltarse el pelo, incluso con el esparadrapo en la boca, los colombianos lo que necesitamos es un presidente que se dedique a llenar los miles de vacíos que tiene este maravilloso país que ningún político ha logrado acabar y que por el contrario, día a día y a pesar de quienes nos dirigen, se levanta a trabajar para sostener a sus familias, intentando ajustar para la pensión y no morir enfermo haciendo una fila para que lo atienda el bochornoso remedo de sistema de salud pública.

El líder que tengamos, por su parte, necesitará de una Colombia que lea, que participe, que se cuestione, que no espere a que comience la semana para que llegue el viernes. Colombia es responsabilidad de todos, quienes pelean y se hacen bullying por dirigirnos claramente ya tienen su vida resuelta, pero ¿Y nosotros? ¡Ojo! El futuro de nuestros hijos depende única y exclusivamente de nuestras decisiones.