Opinión

¿Existe algo más ilegítimo que una “primera vuelta”?

07 de junio de 2014
Canal de noticias de Asuntos Legales

Contenido

Y, ¿por qué es “ilegítima” la Primera vuelta?
Es inconcebible que un país carente de resultados de ejecución en todo nivel, se quede con 60% del electorado por fuera de las urnas en el día más importante para su democracia. El voto, algo que debería ser obligatorio para todos los nacionales, se divide entre: “¿para qué voy a votar por ese si no llega ni a segunda vuelta?”, “¿para qué voto si aún no sabemos quiénes quedan?”, o peor aún, “esperemos a ver con quién se va mi candidato y en segunda sí salgo y voto”.

Más triste todavía: más allá del reprochable y escandaloso abstencionismo y que los resultados de las elecciones no alcanzan siquiera a ser una muestra representativa de 50% de los electores habilitados, son las razones que utilizan los votantes para no hacerlo de pleno y a conciencia por el candidato de su preferencia a pesar de las encuestas.

La primera vuelta, deficiente desde su concepción de carácter “voluntario” ha causado grandes debacles electorales en los cuales se refleja la inmadurez del pueblo, permitiendo así, alianzas misteriosas y por arte de magia en una segunda vuelta, en donde los candidatos que pasen harán hasta lo imposible para ganar adeptos a partir de la modificación de sus criterios.

¿Qué pasaría si los colombianos solo tuvieran una oportunidad de carácter obligatorio para seleccionar a su Presidente?
Posiblemente lo mismo, pero con la inmensa diferencia de que 100% asistirían a las urnas y ofrecerían su respaldo al candidato de su preferencia y no al que les toca por percepción y encuestas. Un convencido por Peñalosa, por ejemplo, votaría por él a pesar de la percepción electoral y no lo descartaría de pleno antes de depositar su voto.

De esta manera también, nos evitaríamos ver cómo partidos históricamente opositores al Gobierno, de Alcaldes en la cárcel e inhabilitados, hacen alianzas mágicas con esa misma oposición a la cual han atacado desde siempre, para ofrecer extraordinariamente unidades que por su peso ideológico terminarán en la designación de alguna embajada.

La segunda vuelta, no solo deficiente desde su concepción de carácter “voluntario”, es la primer culpable de la “tibieza mental” del electorado. Esta, la cual nos cuesta más de $180.000 millones, podría utilizarse económicamente en un país pobre y con necesidades extremas en su precario sistema de salud, su incoherente sistema de educación, y sus inexistentes mecanismos de formalización laboral.

¿Qué se podría hacer con $180.000 millones?
El Presidente legítimo escogido en primera vuelta podría ahorrarle al Estado entre muchas otras cosas, cerca de 277.000 salarios mínimos legales mensuales vigentes; podría construir cerca de 900 escuelas públicas de $200 millones; podría regalar 1.800 becas deportivas de $100 millones; podría construir cárceles, carreteras, túneles, puentes, comprar medicamentos para los más necesitados y otorgarle una prima extraordinaria a los policías y militares que diariamente dan su vida por nosotros.

Estamos a ocho días de escoger el camino para los próximos cuatro años de esta patria golpeada por la improvisación de sus normas y la sorpresiva y rastrera justificación del “dinamismo” de la política. Exprimamos esos mal gastados $180.000 millones y salgamos a las urnas y sin importar quien quede, tratemos de “legitimar” nuestra decisión a partir por lo menos, de la abolición del abstencionismo.