Opinión

Indígenas y campesinos, eternamente “usados”

11 de octubre de 2013
Canal de noticias de Asuntos Legales

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Se acerca la época electoral y nuestros representantes empiezan a ensayar su mejor sonrisa y a “curar” su estómago para deleitarse con morcilla, chunchullo, lechona y uno que otro tinto en pocillo desportillado, el cual aparecerá en primera plana de los diarios al calor del sudor, las promesas y uno que otro coqueteo laboral a los más allegados del doctor de turno.

El dress code “assault mode business casual” parece indicar que debe ser pantalón beige o alguna cosa que se ajuste perfectamente encima del ombligo para que la camisa blanca o azul no se abra con la barriga “prima de congresista style” y no desentone con el sombrero o poncho de cada región agendada estratégicamente por la necesidad particular de los diferentes partidos.

Por esta época, las páginas web de las entidades del gobierno se saturaran con imágenes de su representante y los servicios que deberá ofrecer a los ciudadanos. Unos más que otros, y desde hace algún tiempo ya empezaron a olvidar sus énfasis misionales y se dedicaron a promocionarse para la aventurilla a la cual estaremos sometidos desde enero próximo hasta el mundial.

Lo más triste, es que a pesar de que ya se empiezan a tejer diferentes estrategias “correctamente políticas”, parece que a algunos no les importa y dan la espalda a reformas tan importantes como la mortal salud con la que contamos en Colombia, eso sí, trabajen o no, ellos saben que su primilla cuestionada y de baja reputación la pueden poseer a su antojo unas 7 millones 900 mil veces.

En todo este contexto triste, bajo y frontal, a algunos incluso les queda tiempo para viajar y alzar los ánimos de los indígenas y campesinos de Colombia. Contrario a algunos esfuerzos que realiza el Gobierno para solucionar conflictos de los que dependen miles de familias, algunos senadores tienen tiempo para incitar a los bloqueos, realizar estrategias de fondo para ejercer presión y deslegitimar con políticas un mensaje que posiblemente pudiera haberse solucionado con la inteligencia, conocimiento y respeto, características innatas y auténticas de nuestros grupos étnicos.  

Cada paro, manifestación, bloqueo o motivo de negociación tiene un elemento común en Colombia: ya sea Piedad o el Senador Robledo, ahí van a estar alentando a toda costa cualquier oportunidad para aparecer como redentores en los principales medios de comunicación del país, desenfundando toda su ira y resentimiento en los conflictos, que en la práctica, parece que les conviniera más que continuaran y no que se acabarán de una forma diligente y concertada.

Esta semana llegó a mis manos una grabación de voz del Senador Robledo en donde incita a los indígenas zenúes en Montelíbano, Córdoba, a no ceder frente a las negociaciones propuestas por el ministro de Minas Amilkar Acosta. Entre esta obra maestra digna de publicación en los medios, hay apartes interesantes que justifican la tesis populista e interesada de quien desde esta semana tiene una nueva prima millonaria por esto: armar peleas. 

Cita literalmente Robledo: “Tenemos un momento que puede ser propicio, que es la negociación…si ustedes pudieran promover algún tipo de ruido, de movilización, sería buenísimo…una consigna sobre la negociación, pegarnos de ahí”. “Poderse cuadrar unos 500 trabajadores en el cruce de la vía Caucasía-Montería…bregando a sacar el ruido de Montelíbano, porque el ruido en Montelíbano tiene una dificultad y es que no hay ruido” “Los jueces están comprados, los magistrados también…todos los que mandan en Colombia están contra los trabajadores(…)”.

Señor Robledo, dirigentes políticos, ¿no creen ustedes que nuestros indígenas y campesinos son lo suficientemente dignos, auténticos, conocedores y responsables como para afrontar un problema con altura y diligencia? ¿Esa es la forma de representar sus intereses? Dedíquense a trabajar, en su tiempo, en su espacio, gobiernen para todos en el periodo constitucional que la ley les otorga, no derrochen nuestro dinero y nuestras vidas haciendo campañas permanentes a costa de las pausas activas en una sociedad carente de dinamismo.