Opinión

Reflexiones maduras para un presidente inmaduro

21 de febrero de 2014
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¿Por qué los colombianos son tan metidos? Gritan algunos empíricos gobernantes de nuestra querida y hermana Venezuela, una nación en la que tristemente escasean la carne, la leche, el queso, los huevos, el papel higiénico, entre otros, pero abundan las balas para callar y asesinar a estudiantes que no están de acuerdo con la estupidez humana en forma de orangután. 

Entre llantos, gritos y desesperación, el Presidente elegido por algunos venezolanos  confundidos y dolidos por la muerte de su anterior Gobernante; ha decidido manejar las políticas de estado como una señora ofuscada a la que le acabaron de ensuciar el piso después de trapear. El señor Maduro, a quien hasta su apellido le queda grande, ha decidido emprender la fuerza contra los medios de comunicación, los estudiantes, los empresarios y la gente del común, cuyo único pecado es amar profundamente a su país y querer sacarlo de la miseria que padece gracias a la improvisación de gente que nunca ha estado preparada para dirigir ni las riendas de su casa.

En 2005, invitado por Don Alberto Vollmer a la Hacienda Santa Teresa a un curso de verano llamado “Venezuela 2025”, tuve la oportunidad de conocer y compartir con el Señor Leopoldo López, un hombre de profundas convicciones políticas, centrado y directo. Ahí entre estudiantes latinoamericanos de diferentes corrientes, nos cuestionábamos sobre el futuro de un país que para ese entonces se encontraba ya en las manos de Chávez, sus fantasías y su nefasto legado. 

Esa experiencia de un mes, en donde tuve la oportunidad de conocer a grandes amigos venezolanos que aún conservo, los cuales me abrieron las puertas de su casa y me dieron el derecho a hablar y pensar sobre la situación de su país, es la que hoy renuevo con la incógnita que bien nos propuso Alberto Vollmer Foundation en su momento. ¿Qué será de Venezuela en el 2025?

Esta semana con profunda tristeza, Leopoldo López, llevando consigo el sentir de millones de venezolanos y latinoamericanos, fue recluido en una cárcel de ese régimen opresor acostumbrado a cerrar canales de televisión, a expropiar a sus empresarios y a enfilar un arma contra su pueblo. Ya lo decía Simón Bolívar “maldito el soldado que apunte un arma contra su propia gente”, palabras que ni el mismísimo mini Chávez debe conocer por su evidente carencia de estudio. 

¿Qué será de Venezuela en el 2025? “El que se cansa, pierde” tal y como semiológicamente lo expresó Leopoldo López el día que sus propios soldados lo llevaron a la cárcel simplemente por expresar el sentir constitucional de una necesidad urgente de renovación. Ojalá Venezuela a corto plazo vuelva a ser el país que mis amigos se merecen, un país en donde se puede opinar, un país en el que se vea gente digna, inteligente y con la capacidad para dirigir de la mejor manera un territorio con extrema riqueza cultural, social y económica.

Nicolás, dictadorcito aprendiz de pájaros al que se le salió de las manos lo que su antecesor intentaba bajo la clandestinidad propia del mafioso, hoy ni siquiera disimula al llevar a militares cubanos a fortalecer su guerrilla revolucionaria, hoy con el descaro propio del opresor y la valentía propia de un borracho con un bate sacude su enorme papada para lanzar improperios contra la mayoría de los venezolanos; hoy y para el resto de su existencia, pasará como un simple aprendiz al que le quedó grande ponerle segunda marcha al camión que manejaba antes de ser Canciller de un país digno y representativo en el contexto internacional. 

Venezuela cerró el 2013 con una de las mayores inflaciones del mundo con 56,2%; su crecimiento económico fue de 1,6%; el país enfrenta desde hace seis años problemas graves de desabastecimiento de alimentos y productos básicos con un índice de escasez del 25%; su inseguridad se ha incrementado en un 53% y a su Presidente no se le despeina ni el bigote cuando habla de los milagros del pajarito mientras en tan solo una semana ha detenido a más de 125 estudiantes y ha matado a más de 40 personas.  

Señor Maduro, ¿hasta cuándo?