Opinión

Por el tratado de los deberes periodísticos

08 de febrero de 2014
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El poeta, periodista y ensayista polaco Ryszard Kapuscinski dijo alguna vez que “cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”. Hoy por hoy, nada parece ser más cierto, pues los acontecimientos que surgen todos los días en la sociedad moderna, así lo demuestran.

Una catástrofe natural en algún lugar del mundo, una acción de guerra en otro, o los detalles de la vida privada de algún individuo, salen continuamente a la luz pública, al parecer, sin mayores filtros acerca de la veracidad de esa información, del contexto en que se dieron los hechos, o lo que puede ser más grave, sin medir las consecuencias de lo que un manejo inapropiado de los datos, puede generar en toda una nación.

Por tal motivo, como bien lo reconocen los especialistas y verdaderos profesionales en la materia, cobra especial pertinencia que tanto el estudio de la comunicación social y el periodismo, como el ejercicio cotidiano de estas trascendentales labores, estén influenciadas por un código deontológico, o dicho en otros términos, de una ciencia o tratado de los deberes, como lo define la Real Academia Española.

Es lugar común que dentro de esos principios conductuales, se contemplen, por ejemplo: El respeto a la verdad; estar abierto a la investigación de los hechos; perseguir la objetividad aunque se sepa inaccesible; contrastar los datos con cuantas fuentes periodísticas sean precisas; diferenciar con claridad entre información y opinión; enfrentar, cuando existan, las versiones sobre un hecho; el respeto a la presunción de inocencia; o la rectificación de las informaciones erróneas.

El centro de la cuestión es dar el mejor trato posible, a la información que se tenga sobre los asuntos sociales de mayor trascendencia y actualidad.

De esta manera, puede decirse que se construye, colectivamente, una nueva dimensión de la conciencia y de la ética al interior del periodismo, responsablemente acompañada por un matiz axiológico, no teórico, sino práctico, que vaya de la mano con la dimensión, y la magnitud, del rol que ésta profesión, desempeña en la sociedad global del siglo XXI.

El debate está abierto y es constante, pues permanentemente se generan informaciones que obligan al periodista a decidir cuál es la forma correcta de proceder. Allí entonces, juega su papel fundamental la deontología, procurando que la verdad, la objetividad, la responsabilidad y el bien común, no sean ignorados.