Economía Digital

Cómo lidiar con la ‘innovación tóxica’

23 de enero de 2023

Gabriel Ibarra Pardo

Socio de Ibarra Rimon
Canal de noticias de Asuntos Legales

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La discusión acerca de la enorme influencia que tienen los llamados “Big-Tech Baron” o “Tech Barons” (como Facebook, Amazon, Google y Apple, entre otros) en el mercado de la economía digital, no termina.

Se continúa debatiendo si las regulaciones en materia de competencia están siendo efectivas a la hora de mitigar las distorsiones que estas grandes empresas producen en el mercado o si, por el contrario, el marco legal no es suficiente para proteger el bienestar de todos los consumidores.

Uno de los temas que más preocupa es el de la denominada “innovación tóxica” que, en palabras de Ariel Ezrachi y Maurice E. Stucke en sus libros “How Big-Tech Barons Smash Innovation¯and How to Strike Back” y “Toxic innovation in the digital economy”, es aquella que resulta de las grandes inversiones que realizan las empresas tecnológicas en investigación y desarrollo (I+D) para innovar y maximizar sus ganancias en detrimento del bienestar general y de la diversificación de la competencia.

En un artículo que estos autores escribieron para el Institute for New Economic Thinking, afirmaron que las “Tech Barons” detentan el control sobre el mercado y determinan hacia dónde se dirige la innovación, lo que les permite evitar que se perturben sus beneficios y volumen de negocios. Lo anterior impide que los emprendedores y demás competidores puedan introducir tecnologías disruptivas potencialmente beneficiosas para el conjunto de la sociedad.

Por consiguiente, se plantea la necesidad de regular de manera suficiente y adecuada la actividad de estas grandes empresas.

Se citan como ejemplo de este tipo de regulaciones, la Digital Services Act, la Data Act y la Digital Markets Act de la Unión Europea, que son bastante recientes, y cuyo objetivo es combatir las prácticas anticompetitivas que se han predicado de las “Tech Baron” a lo largo de estos años.

Sin embargo, estos autores aseveran las regulaciones no son suficientes, sino que es menester diseñar estrategias que permitan “predecir” el comportamiento anticompetitivo de esas empresas para orientar las políticas públicas en esa dirección.

La pregunta que cabe formular acá es si ¿es realmente posible predecir las conductas anticompetitivas que se derivan del fenómeno de la “innovación tóxica”?

En principio, es evidente que el legislador tiene muchas limitaciones en este sentido y que mal puede adivinar cuál es el impacto que van a tener tecnologías que ni siquiera se divisan hoy en día en el horizonte. En ese sentido, las unidades legislativas tendrían que incorporar un equipo bastante prolijo de futurólogos y videntes.

La historia muestra además que el vertiginoso ritmo en el que se suceden los avances tecnológicos es muy diferente al lento compás del legislador, quien siempre se verá desbordado por este fenómeno. Es la tortuga tratando de alcanzar a la liebre.

Ni siquiera quiénes invierten trabajo, tiempo y recursos en este tipo de invenciones son capaces de predecir por completo sus efectos futuros.

Por consiguiente, mal puede exigírsele al legislador que se embarque en la tarea de predecir el futuro, entre otras cosas porque se correría el riesgo de que las normas que se expidan terminen más bien obstruyendo el desarrollo de las invenciones que puedan representar avances significativos para la humanidad.

Así que por el momento sólo resta esperar a que se decante cuál va a ser el impacto que tendrán las regulaciones que se acaban de expedir en esta materia, no sólo en la UE o en EE. UU, sino en el resto del mundo, para determinar si efectivamente estas disposiciones lograrán disminuir la influencia de las “Tech Baron” en las innovaciones que se están desarrollando en el mercado de la economía digital.