El derecho a la estupidez
16 de mayo de 2015Contenido
No pasa en Medellín con el Metro y allá también hay pobres. No tengo noticias que el asunto sea así en Pereira. Y tanto en Medellín como en Pereira también hay pobres, para quienes pagar el pasaje del transporte masivo les representa un esfuerzo.
Pero es en Bogotá, donde hay un clara y preocupante cultura creciente del caos como sustrato para generar un nuevo tipo de “orden” (una ciudad bolivariana, para decirlo sin tapujos), donde la estupidez se está convirtiendo en un derecho…fundamental e inalienable.
Seguramente no es por pobreza que alguien como el recientemente atropellado -póngale cualquier nombre porque eso ocurre a cada rato- entrega su vida por mil ochocientos pesos. No, no es por pobreza, aunque sin lugar a dudas la pobreza impacta en el asunto. Es por otras razones más profundas -y no quiero decir que la pobreza no sea una razón profunda- las que mueven a miles de residentes deshonestos en Bogotá a ser avivatos, a robar, a jugarle sucio a todo el mundo, empezando por ellos mismos. Y este, que debería ser el problema más apremiante y preocupante para una alcaldía que se dice social y popular, claramente no está en la mira de las autoridades. No se trata de maquillar la estructura física del sistema; el reto es hacer algo para formar verdaderos ciudadanos, entendiendo por tal aquellos que entienden que violar las normas es destruir el sentido de “conjunto social”, de pertenencia, de solidez de grupo, de confiar en que el otro también cumple y que esto conforma una cadena de futuro, de optimismo por la razón de ser del grupo.
Ahora, si lo que se pretende en realidad es dejar hacer del caos social el condicionante de un nuevo orden, en el cual los valores dominantes disten notoriamente de los propios del Estado liberal burgués, entonces lo mejor es permitir una sociedad anárquica como en la que se está hundiendo Bogotá días tras día, un caos que libera fuerzas revolucionarias que en últimas lo que pretenden es corroer la confianza de los ciudadanos en un statu quo que no gusta a los revolucionarios -civismo, orden, honestidad, limpieza, seguridad, etc.- para a partir de esa desconfianza generar descontento social con la estructura misma: la democracia como la concibe occidente, para abrazar nuevas formas sociales (por ejemplo, una sociedad como la venezolana, solo por poner un ejemplo cercano física y emocionalmente para muchos).
De suerte que pedirle a esta alcaldía que adopte medidas de fondo para frenar todos aquellos comportamientos que atentan contra el statu quo que alcaldías como la de Mockus quisieron implantar es como pedirle peras al olmo y cada día que pasa con estos comportamientos y sin respuestas de fondo de la alcaldía, lo que se consolida es ese caos social que antecede ciertos movimientos revolucionarios. Eso es precisamente lo que esperan aquellos que sienten que Colombia debería dar un paso en dirección a Caracas y que Bogotá es el trampolín para ello. Cada “colado” más (atropellado o no) no es solo un estúpido más, sino un factor de revolución que contribuye a generar lo que los marxistas llaman las “condiciones objetivas” para su revolución.
Por eso suplicamor a voz en cuello: ¡¡¡Dónde están Mockus y Peñalosa!!!
Hasta la vista