La problemática del tráfico de órganos
20 de octubre de 2024Contenido
El tráfico de órganos lejos de ser un mito es un fenómeno, del que poco se habla y que sigue creciendo tanto a nivel nacional como internacional. Este puede describirse de forma simple como un negocio de intermediarios, impulsado por la enorme demanda y la limitada oferta de órganos para trasplantes. En este contexto, se presentan cuatro agentes principales para llevar a cabo el ilícito.
¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar para salvar mi vida o la de un ser querido? Una pregunta que seguramente pasó por la mente del primer agente, el comprador. Una persona con alto poder adquisitivo que, desesperada por salvar su vida o la de un ser querido, recurre al mercado negro, llegando en ocasiones a involucrarse en el turismo de trasplantes lo cual implica viajar a países en vía de desarrollo para adquirir, a cambio de una suma considerable, un órgano o tejido humano quedando conectado de forma directa a organizaciones criminales con los peligros que esto conlleva.
En segundo lugar, está el vendedor, una persona en situación de necesidad económica extrema. Este individuo decide vender una parte de su cuerpo para aliviar sus penurias financieras. Sin embargo, la ganancia que recibe es ínfima: apenas entre 1% y 2% del precio total que una organización delictiva obtiene al vender su órgano en el mercado negro.
El tercero y más preocupante involucra a víctimas inocentes, individuos que normalmente han sido previamente investigados con acceso ilegal a sus historiales médicos para verificar que gozan de buena salud. Estas personas son secuestradas y, en muchos casos, asesinadas con la finalidad de robarles sus órganos para venderlos en este mercado clandestino, algo de lo que usted desafortunadamente no está exento.
Y por último las redes criminales, usualmente compuestas por cirujanos, enfermeras, sicarios, secuestradores y comercializadores, quienes se encargan de hacer el contacto con el comprador y llevar a cabo el negocio ejecutando este delito transnacional de manera sistemática.
En este orden de ideas es vital entender la diferencia entre la donación y el tráfico de órganos. La donación, que se ajusta a la teoría de la gratuidad absoluta, debe ser completamente altruista y desinteresada. Mientras que, el tráfico de órganos opera fuera de las normativas legales, movido por un interés económico extremadamente llamativo.
Por ejemplo, según diversas fuentes, un riñón que abarca 75% de las ventas de órganos en el mercado negro puede llegar a venderse desde por US$80.000 hasta US$100.000.
La extracción ilegal de órganos dentro de muchos otros factores y en la mayoría de los casos, se realiza en condiciones sanitarias deplorables. La falta de higiene durante la cirugía puede ser fatal y además la mala refrigeración y conservación de los órganos extraídos, aumentan el riesgo de complicaciones graves o, en el peor de los casos, un desenlace trágico tanto para el trasplantado como para el vendedor o víctima.
En Colombia, la regulación sobre este tema es vaga e imprecisa en algunos casos. Sin embargo, adicionalmente a un par de tratados internacionales a los cuales el gobierno ha ratificado, la Ley 73 de 1988 y la Ley 814 de 2009 definen el tráfico de órganos como una actividad ilegal, calificándola como un comercio ilícito que considera el cuerpo humano y sus partes como bienes, además de poner en grave riesgo la salud pública y violar derechos fundamentales como la dignidad, la vida y la integridad personal.
No se habla lo suficiente de como el tráfico de órganos es una problemática creciente y alarmante a nivel global, de la cual se debe tener conciencia y que revela una crisis profundamente arraigada en la vulnerabilidad humana exponiendo la seguridad de todos los ciudadanos de Colombia y requiere con urgencia obtener una mejor regulación para mitigar sus efectos.