Yo también creí en el cambio, Presidente.
09 de agosto de 2025Contenido
Así como millones de colombianos, yo también voté por Gustavo Petro. Lo hice en la primera vuelta con entusiasmo, convencido de que era hora de un cambio real, de romper con las mismas élites que durante décadas han saqueado y manipulado a Colombia. En la segunda vuelta, volví a votar por usted con algo de resignación, pero aún con esperanza, creí en su promesa de justicia social, de lucha frontal contra la corrupción, de una política distinta. Hoy, debo admitirlo con dolor: me siento traicionado.
No digo esto desde el odio ni desde la oposición irracional. Al contrario, es desde el desencanto de quien apostó por un proyecto progresista que ahora se desmorona ante sus propios errores. Lo que más me duele no es que el camino haya sido difícil, eso era previsible, sino que el gobierno, nuestro gobierno, haya caído en las mismas prácticas que prometió erradicar.
¿Cómo explicar, por ejemplo, la cercanía del presidente con personajes como Armando Benedetti? Un hombre envuelto en escándalos, con investigaciones a cuestas, acusado de violencia intrafamiliar y comportamientos éticamente reprobables. ¿Qué hace alguien así tan cerca del poder? ¿Qué mensaje se le envía al país cuando se tolera, protege o incluso premia a quienes representan lo peor de la vieja política?
Y no es solo él. La sensación de caos, improvisación y desorden se ha vuelto constante. Se lanzan reformas sin mayor planificación ni respaldo político; se gobierna a golpe de Twitter; se responde a la crítica con teorías de conspiración en lugar de hacerlo con autocrítica. Mientras tanto, los problemas de fondo: la pobreza, la violencia, la desigualdad, siguen ahí, esperando soluciones reales.
Yo entiendo que no todo se puede cambiar en un par de años. Sé que la herencia que recibió Petro es pesada. Pero lo que no se puede justificar es la incoherencia, la falta de claridad, y sobre todo, la tolerancia frente a la corrupción dentro del mismo gobierno que prometió combatirla.
Todavía hay tiempo. Todavía quiero creer que es posible rectificar. Me aferro a la idea de que Petro, el mismo que enfrentó al paramilitarismo y al poder económico con valentía en su momento, puede volver a ser un líder que inspire. Pero para eso tiene que tomar decisiones difíciles, limpiar su gabinete, rodearse de gente honesta y preparada, dejar de hablar tanto del enemigo y empezar a gobernar con hechos.
Yo no quiero que su fracaso sea el fin del progresismo en Colombia. No quiero que la decepción que hoy sentimos millones se traduzca en el regreso de los mismos de siempre, de los que gobiernan con cinismo y miedo. No quiero volver al pasado.
Por eso hoy le pregunto, como ciudadano que creyó en usted: ¿cuál será su legado, Presidente? ¿El del primer gobierno de izquierda que se pareció demasiado a los de derecha? ¿O el de un líder que supo corregir a tiempo y rescató el sueño de millones?
El tiempo se agota. La decisión es suya.