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Carriel Antioqueño: una denominación que debe gobernarse bien

20 de noviembre de 2025
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La protección del Carriel Antioqueño como Denominación de Origen, mediante la Resolución 72998 de 2025 de la Superintendencia de Industria y Comercio, es una excelente noticia para el país. Pero, como suele pasar en Colombia, el anuncio llega primero y la estrategia después. El riesgo es claro: convertir una declaratoria en un titular, pero no en una oportunidad real de desarrollo territorial.

Una denominación de origen solo adquiere valor económico cuando existe una gobernanza sólida detrás. El país no puede repetir el error de celebrar una declaración sin asegurarse de que exista un sistema que coordine a productores, autoridades locales, nacionales y sector privado. En otras palabras: proteger es importante, pero transformar es indispensable.

El Carriel Antioqueño representa identidad, oficio, tradición y una cadena artesanal de enorme valor cultural. Su protección jurídica debería activar flujos de inversión, turismo cultural, innovación en diseño, encadenamientos productivos y fortalecimiento de las comunidades que mantienen vivo este saber. Sin embargo, nada de esto ocurre por inercia. Requiere reglas claras de uso, mecanismos de autorización, control de calidad y un modelo de gobernanza que asegure participación y transparencia.

Los gobiernos locales y el nacional deben incorporar las D.O. dentro de sus agendas económicas, turísticas y culturales. El sector privado puede impulsar rutas de comercialización responsable y productos derivados de alto valor agregado. La administración nacional debe consolidar un ecosistema que financie, promueva y supervise el uso adecuado de las denominaciones.

La experiencia internacional lo confirma: denominaciones como La Rioja en España, el Tequila en México o el Pisco en Perú demostraron que cuando existe gobernanza técnica, control de calidad estricto y articulación entre productores y Estado, las D.O. pueden convertirse en verdaderos motores económicos y sociales. Su éxito no es fruto de la protección, sino de la disciplina institucional que vino después.

Si el país no asume esta responsabilidad, la D.O. quedará como una etiqueta más en un documento oficial y un dato estadístico para realzar cuantitativamente la gestión administrativa, en diferentes espacios académicos e institucionales incluso en el exterior. El verdadero reto consiste en convertir el símbolo en estrategia, la protección en desarrollo y la tradición en una palanca de competitividad territorial.