Lo bueno y lo malo de los algoritmos
09 de agosto de 2021Contenido
Un algoritmo es una secuencia de instrucciones programada para resolver un problema previamente definido. El uso de algoritmos en unión con la big data, esto es, la capacidad tecnológica de procesar grandes volúmenes de información, aumenta el poder de las empresas para gestionar su política de precios y cantidades de producto, lo que constituye un reto enorme para las autoridades de competencia mundiales.
Por una parte, los algoritmos conllevan muy importantes beneficios para la dinámica competitiva de los mercados, pues sirven para que las empresas monitoreen de manera más eficiente las innovaciones de la competencia y los cambios del mercado, para detectar las preferencias de los consumidores en tiempo real y, con base en dichos análisis, puedan predecir tendencias, mejorar sus productos o mejorar la forma en que aproximan su mercado. En ese sentido, los algoritmos son una palanca que acelera la innovación de producto o la innovación de procesos, en el ámbito comercial.
Sin embargo, los algoritmos son también herramientas que pueden ser usadas para realizar prácticas contrarias a la competencia. En primer lugar, son poderosos instrumentos para hacer seguimiento permanente a los precios de los competidores y, con base en ello, establecer políticas más precisas y eficientes en la determinación de los precios y las cantidades de producto. Si bien esto no es malo en sí mismo, sí facilita notablemente la realización de acuerdos colusorios entre competidores.
Los algoritmos pueden ser programados para funcionar como un “cerebro” que se ubica en medio de dos o más competidores coludidos y que opera de forma “autónoma” en la fijación de precios, bajo los parámetros que previamente se le hayan definido. En ese sentido, el acto mismo de colusión se le “delega” a un “tercero”, lo que reduce la interacción entre los agentes y, por ende, reduce la capacidad de las autoridades para encontrar las pruebas de la conducta ilegal.
Los algoritmos sirven, entonces, para definir de manera más “científica” la viabilidad de aumentar los procesos o la necesidad de reducirlos, así como la factibilidad de limitar la cantidad de producto que se pone en el mercado. Con los resultados que se van obteniendo y con los demás datos que se recaudan día a día, la máquina optimiza su potencial, con base en su capacidad de autoaprendizaje, con apoyo en la inteligencia artificial. De otro lado, los algoritmos son muy eficaces para los agentes coludidos como herramienta para verificar el nivel de cumplimiento de los “compromisos” de los integrantes de un acuerdo ilegal.
Ahora, vale la pena preguntarse: ¿Qué pueden hacer las autoridades para enfrentar este nuevo reto? Proponemos algunas ideas:
1. Aumentar su capacidad interna para segmentar los mercados y hacer un seguimiento más celoso de los mercados menos competidos o más propensos a las conductas anticompetitivas.
2. Actuar directamente sobre esos mercados, promoviendo la competencia, no solo con las facultades de abogacía, sino con iniciativa para modificar regulaciones existentes.
3. Hacer uso también de las mejores herramientas tecnológicas para aprovechar los algoritmos en beneficio de la detección de carteles. A través de su uso metódico, se pueden identificar patrones típicos de comportamiento de los actores coludidos.
4. Revisar los criterios para la definición de mercados relevantes y aumentar la capacidad para hacer estudios de mercado propios, de forma preventiva.
5. Proponer regulaciones orientadas a restringir el uso de algoritmos o a obligar a las empresas a revelar su utilización.