Criptomoneda

Worldcoin – el debate entre la apertura de los datos y la protección de la identidad

15 de noviembre de 2025

Juan Diego Guzmán Botero

Socio de Galo Estudio Legal
Canal de noticias de Asuntos Legales

Contenido

A mediados de 2021, el reconocido fundador de Open AI (empresa dueña de ChatGPT) Sam Altman, en conjunto con Alex Blania y Max Novendstern, lanzaron una idea innovadora y necesaria para la inminente implementación de la inteligencia artificial en nuestro entorno: crear una identidad digital global basada en el escaneo del iris y respaldada por una criptomoneda llamada Worldcoin.

Su objetivo se sustentaba en que cada persona en el planeta tuviera una “World ID”, una credencial única que certificara que es un ser humano real y no una inteligencia artificial. Para obtenerla, los usuarios debían acercarse a un dispositivo metálico, el Orb, que escanea sus ojos y genera un identificador cifrado. El proyecto, se presentó como una forma de “democratizar la identidad y la economía digital”. Sin embargo, detrás del discurso futurista, pronto surgieron inquietudes éticas y jurídicas de fondo.

El concepto del open data (la apertura sin ningún tipo de restricción de la información pública y privada para impulsar la innovación, la investigación y la eficiencia estatal) promueve un ideal necesario de progreso global. Sin embargo, ese mismo flujo de información choca con los límites éticos y jurídicos que protegen la intimidad, la autonomía y la dignidad de las personas.

En este sentido, en nuestro país el caso reciente de Worldcoin, sancionado con su cierre y supresión de todos sus datos sensibles por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) mediante la Resolución 78798 del 3 de octubre de 2025, evidencia que Colombia se ubica firmemente en el lado proteccionista de la balanza.

En dicha decisión, la SIC consideró que el proyecto vulneró principios esenciales de la Ley 1581 de 2012 al recolectar y tratar datos biométricos (particularmente el escaneo del iris) sin cumplir las condiciones de consentimiento informado, finalidad clara y proporcionalidad en el tratamiento. En palabras sencillas: la innovación tecnológica no puede pasar por encima del derecho fundamental a la protección de los datos personales.

Este pronunciamiento no ocurre en el vacío. En el mundo, mientras la Unión Europea avanza con un enfoque garantista mediante el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), potencias como Estados Unidos y China priorizan la explotación económica y estratégica de la información. Colombia, al sancionar a Worldcoin, reafirma su apuesta por un modelo de protección centrado en el individuo y en un acompañamiento reforzado de su voluntad, aunque ello suponga poner freno temporal a iniciativas que prometen disrupción tecnológica.

A pesar de esto, el dilema no desaparecerá. La inteligencia artificial depende (y dependerá aún más) de grandes volúmenes de datos, muchos de ellos personales o sensibles. La pregunta de fondo no es si debemos compartirlos, sino cómo hacerlo sin perder el control sobre nuestra identidad digital. El futuro no se construirá cerrando los datos, sino aprendiendo a usarlos con responsabilidad, ética y propósito humano.

En un mundo donde todo puede ser medido, escaneado y replicado, proteger los datos no significa oponerse al progreso. Significa recordar que detrás de cada algoritmo hay una persona, y detrás de cada dato, una historia.