Los procesos de Financiación e Inversión en la Banca Islámica: Sí Hay Vida más Allá de los Intereses
16 de octubre de 2024Contenido
La financiación mueve la economía. Se requiere, por lo general, para el desarrollo de proyectos empresariales, la adquisición de vivienda, el ingreso a la educación superior, y para un sinnúmero de operaciones cotidianas. La simple compra de un café con tarjeta de crédito supone un ejercicio de financiación.
En la mayoría de los países existen dos medios de financiación principales: el mercado no intermediado y el mercado intermediado. El primer concepto aplica generalmente a la bolsa de valores y las sociedades abiertas, donde las compañías pueden buscar financiación de manera directa por medio de la compra y venta de participaciones en la sociedad. El segundo, requiere la mediación de un tercero en el proceso de financiación: las compañías de crédito (Bancos, cooperativas, etc). Este artículo se interesa en este último modelo y sus particularidades en diferentes culturas.
El sistema es simple: existen usuarios que cuentan con un superávit de capital, que ingresan a los bancos en forma de productos en los que son acreedores, como Cdts y cuentas de ahorro. Al otro lado de la operación se encuentra un usuario con un déficit de capital, que busca adquirir un producto del que es deudor: un crédito. Aunque existen montos mínimos de capital y solvencia que deben comprobar las entidades de crédito antes de iniciar a operar, lo que hacen es tomar los ingresos del primer usuario y entregarlos a los segundos. ¿Qué ganan los bancos con esta operación? Su intermediación se ve retribuida por los intereses que se cobran al solicitante de la financiación.
En nuestro país la palabra “intereses” genera una inmediata relación a “bancos”, casi como la relación entre nieve y frio: no parece concebirse una cosa sin la otra. ¿Qué sucede entonces en sociedades que requieren financiación pero que se ven incapaces de acudir a los intereses para hacer rentable la operación? Es el caso de los países regidos por sistemas jurídicos altamente influenciados por la religión, en especial los diferentes tipos de Islamismo.
Como toda cultura que alcanza cierto grado de complejidad, la pregunta sobre la financiación ha sido desarrollada por las sociedades islámicas desde los primeros siglos de su aparición y posterior dominio de territorio. No es la intención de este artículo hacer un recuento histórico de la financiación y el crédito dentro del mundo islámico desde sus inicios, sino más bien abrir una ventana al panorama general de su funcionamiento actual.
El sistema de crédito e inversión en el mundo Islámico, a pesar de sus particularidades según el país y el modelo de islamismo, puede resumirse en los siguientes principios: la prohibición de intereses y usura, y el compartir de los riesgos entre financiador y financiado. Otros pilares son:
1. La prohibición de financiación de proyectos contrarios a la ley moral. Acá encontramos industrias licoreras, casinos, prostíbulos, y otros modelos de negocio afines. Ciertos temas que son vetados en occidente por prevención del lavado de activos o por compromisos utilitaristas, allá lo son por convicción moral.
2. Prohibición del “Gharar”, que no es más que la prohibición de la venta de lo que aún no existe. Por ejemplo, la venta de cultivos que aún no han sido cosechados.
3. La disminución de la importancia de las garantías. En lugar de hacer énfasis en las garantías que puede ofrecer el financiado para el eventual pago del crédito, la banca islámica se concentra en la viabilidad del proyecto a financiar.
4. La poca existencia de “renta fija”. Los productos financieros ofrecidos por la banca islámica pocas veces ofrecen renta fija, sino que se basan en compartir las pérdidas y ganancias.
Uno de los bancos islámicos que lidera el mercado en este momento es el Al Rajhi Bank de Arabia Saudita , que para el 2018 contaba con activos totales de alrededor de $97.3 billones de dólares. Uno de los productos más importantes que ofrece a sus clientes es el “Murabaha ”, similar a lo que conocemos en Colombia como un leasing con opción de compra: el banco compra un bien que requiere el usuario financiero, que va pagando por medio de cuotas hasta que logra abonar la totalidad del precio.
La diferencia entre el Murabaha y el leasing consiste en que en el primero se cobra un monto fijo acordado con el banco, mientras que en el segundo se cobra un porcentaje de interés.
Otro producto ofrecido comúnmente en la Banca Islámica es el “Musharakah ”: un contrato por medio del cual el financiador de un proyecto (el banco en este caso) recibe la retribución de su riesgo por medio de una participación en los rendimientos efectivamente generados por la operación, en lugar de un interés sobre el capital aportado. Esta figura no es ajena al mundo occidental, existiendo numerosas formas de asociación que basa la retribución en los rendimientos. Sin embargo, es poco común en nuestras legislaciones la participación de los bancos en esta clase de operaciones, siendo más común que se limiten a la facilitación de un capital inicial que eventualmente es devuelto con intereses, salvo que la operación se estructure a través de una Corporación Financiera en proyectos de infraestructura.
Un último ejemplo para entender a grandes rasgos el sistema utilizado en estos países es el “Mudaraba” , que es simplemente un contrato de mandato en el que una persona entrega un capital a un mandatario, que lo administra e invierte según su experticia. Puede entenderse como una operación de crédito o de inversión, dependiendo de las particularidades del caso. Se obliga a las partes a pactar un porcentaje que se le pagará al mandatario, a calcularse según los rendimientos reales generados.
Como estos, son muchos los productos ofrecidos por el sistema financiero islámico, que permiten operaciones de crédito e inversión sin acudir directamente a los intereses tradicionales.
Resulta interesante señalar, además, la aparente resistencia de los bancos islámicos a las crisis financieras mundiales, al compararse con bancos tradicionales o mixtos. Estudios realizados por el Fondo Monetario Internacional sugieren que los bancos islámicos se mantienen menos afectados en las etapas tempranas de las crisis financieras globales. Tal vez ello explicado por la aversión a la especulación o a las actividades de azar.
No es la intención de este artículo mostrar a la banca islámica como una mejor alternativa al modelo occidental, sino ofrecer al lector una mirada a otras formas bancarias, que pueden servir de punto de partida para nuevos productos a ofrecerse en nuestros sistemas. Conocer la forma en que otras culturas construyen y manejan sus sociedades resulta clave para comprender como mejorar y perfeccionar la nuestra.