México y Colombia: entre la cooperación y el control fronterizo
10 de noviembre de 2025Contenido
Desde hace más de un año, un número creciente de colombianos ha enfrentado mayores controles al intentar ingresar a México. Entrevistas detalladas, solicitudes de reservas confirmadas, soportes financieros y explicaciones sobre la duración y el propósito del viaje se han convertido en requisitos frecuentes para poder ingresar a este país.
De manera paralela, ciudadanos mexicanos que viajan a Colombia reportan experiencias similares, con verificaciones adicionales y procesos más exhaustivos por parte de Migración Colombia.
Aunque estas medidas se presentan como parte de los procedimientos rutinarios de control migratorio, en realidad reflejan un fenómeno jurídico y diplomático más amplio: el uso del principio de reciprocidad migratoria, por medio del cual los Estados ajustan sus políticas según el trato que reciben sus nacionales en otros territorios. Aunque legítimo desde la óptica del derecho internacional, este principio puede derivar en prácticas de control recíproco que, más que fortalecer la cooperación, tienden a generar fricciones y percepciones de desconfianza entre países que históricamente han mantenido una relación cercana.
Según datos oficiales de Migración Colombia se evidencia que, hasta 2024 México se posiciona como la tercera nacionalidad con mayor número de ingresos a Colombia, un hecho que evidencia el peso del intercambio entre ambos países y la necesidad de mantener un trato equilibrado que favorezca la cooperación, el turismo y la movilidad del talento.
En el caso de Colombia, la Resolución 5477 de 2022 del Ministerio de Relaciones Exteriores regula de manera integral el régimen de visas, mientras que la Resolución 5488 de 2022, modificada por la 3717 de 2023, establece los países cuyos nacionales están exentos de visa para ingresar al país. México figura entre ellos, por lo que se esperaría un proceso migratorio más fluido para sus nacionales.
Si bien el control migratorio es un ejercicio legítimo de soberanía, debe aplicarse con criterios de proporcionalidad y coherencia diplomática. Las revisiones excesivas o la discrecionalidad en la aplicación de filtros pueden transmitir un mensaje de desconfianza hacia un país con el que existen lazos históricos, culturales y de inversión crecientes.
La reciprocidad, cuando se aplica de manera reactiva, termina afectando a los viajeros regulares y a las empresas que promueven la movilidad laboral o de negocios entre ambos países.
Más que replicar medidas, Colombia y México deberían apostar por mecanismos bilaterales de diálogo técnico que permitan armonizar sus criterios de ingreso y fortalecer los canales de información. La movilidad internacional debería verse, en este contexto, como un puente y no como una amenaza.
En tiempos en los que América Latina busca consolidarse como una región abierta al intercambio y la innovación, resulta indispensable recordar que la soberanía migratoria no debería traducirse en aislamiento, sino en responsabilidad compartida. La reciprocidad bien entendida es aquella que promueve el equilibrio, la confianza y el respeto mutuo entre los Estados.