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En este artículo continúo con mi serie de escritos sobre IAgenerativa y esa nube negra de terror apocalíptico que insisten en poner sobre ella. Una de las preguntas recurrentes es: “¿Nos va a quitar el trabajo?”. Hoy quiero centrarme en la docencia, una profesión que algunos creen en riesgo por la irrupción de la IA.
Esta semana, tuve la oportunidad de explorar esta idea con mis alumnos de Derecho Romano en una facultad de derecho en Bogotá. Mis estudiantes de primer semestre apenas estaban entrando en contacto con la materia y enfrentándose a lecturas densas y un lenguaje jurídico completamente ajeno a ellos. Dentro de mi curiosidad por la IA, desarrollé un prompt que funciona como un sparring académico: los alumnos interactúan con la IA para hacer preguntas, solicitar comparaciones entre instituciones jurídicas, generar casos prácticos y recibir respuestas con una metodología clara y sencilla que fomente el pensamiento crítico.
El ejercicio fue revelador. Al presentarles el prompt, sus caras de sorpresa y entusiasmo lo decían todo. Pronto, la clase se convirtió en un laboratorio de experimentación en el que alumnos y profesor jugaban con la IA, probándola, desafiándola y admirándose de sus respuestas. Pero, como era de esperarse, también surgieron las alucinaciones. Varios alumnos formularon la misma pregunta y recibieron respuestas diferentes. Esto nos llevó a una reflexión bien interesante que confirma la razón de ser de este articulo: la IA es una herramienta muy útil, no una verdad absoluta. Como toda herramienta, requiere verificación en fuentes confiables y un uso crítico, generandose así lo que buscamos, !PENSAR¡.
Esta experiencia me reafirmó una convicción: la IA no viene a sustituir al profesor, salvo que así se lo permita el profesor, sino a potenciar el aprendizaje. Sin embargo, esto nos lleva a un punto crucial: el valor de las habilidades blandas en este nuevo entorno educativo de quien usa la IA, tanto alumnos como profesores.
La autonomía, la autorregulación y el autoaprendizaje son esenciales en la era digital. Pero, sobre todo, el pensamiento crítico. La IA genera respuestas, pero es el estudiante quien debe discernir su validez, evaluar argumentos y formular juicios independientes.
Otra habilidad fundamental es la creatividad. La IA puede imitar patrones y generar respuestas novedosas, pero carece de intención y contextualización humana. La verdadera innovación sigue siendo un talento exclusivamente nuestro y así mismo un gran reto en estos días.
También es clave la comunicación efectiva. La IA puede estructurar textos bien articulados, pero muchas veces sin contextualizar o fundamentar adecuadamente sus afirmaciones o por que no, interactuar en un bot con el usuario. En un entorno académico y profesional, la capacidad de expresar ideas con claridad y solidez sigue siendo irremplazable.
Entonces, ¿puede la IA reemplazar al profesor? Rotundamente no. Pero sí está redefiniendo su rol. La enseñanza ya no consiste solamente en transmitir información y conocimiento simplemente, sino que hoy por hoy en desafiar a los estudiantes y profesores a reflexionar, evaluar y crear. La IA nos obliga a reinventarnos como facilitadores del conocimiento, dejando que los estudiantes se apropien de su aprendizaje. Como dirían por ahí, a incomodarnos tanto a alumnos como a profesores.
Satanizar la IA per se considero yo que es un error. Al contrario, debemos aceptar que llegó para quedarse y aprovechar sus ventajas que tiene y muchas. Las nuevas generaciones de hoy son la generación de las pantallas; nosotros, como profesores, también debemos integrarnos a este mundo sin olvidar la riqueza de los libros y el pensamiento crítico.
La mesa está servida. Sentémonos, conversemos y transformemos juntos el aprendizaje.